¿Por qué en los ascensores nos comportamos de forma extraña? Es una
pregunta que pocas veces nos hacemos, quizá porque simplemente no somos
conscientes de ello. Pero es algo que ocurre con frecuencia y tiene que
ver con la peculiar circunstancia que se produce en el momento de permanecer
encerrados en el elevador, aunque sea durante un periodo de tiempo forzosamente
corto. En Astarlifts hemos estudiado por qué ocurre.
Por lo general, nuestro comportamiento en el ascensor responde a nuestro
modo de ser, pero también exhibe pautas peculiares. Por lo general, la
respuesta humana en dicha situación responde a lo incómodos que podamos
sentirnos en general y con el contexto al que nos enfrentemos. Porque no es lo
mismo el ascensor de nuestra casa que otro repleto de personas en un lugar
desconocido.
Evitar el contacto físico
Hay un par de elementos que se repiten como pauta del ocupante del
ascensor. La primera, la rotación en el movimiento en función del número de
personas que van entrando, básicamente, relacionada con la preferencia de
evitar el contacto físico con el vecino. Y la segunda, la distancia posible
entre los ocupantes del elevador. La protección de la propia intimidad se
convierte aquí en factor clave.
Según algunos estudiosos de la cuestión, la figura geométrica que nos
ayudaría a entender la pauta de comportamiento de las personas dentro de un
ascensor sería la del dado. Esto quiere decir que nos ubicamos dentro de un
elevador de un modo similar a como se alinean los puntos en cada cara del dado,
del uno al seis. Todo ello en función de un objetivo: evitar cualquier
incomodidad.
Pautas predecibles
Porque, como si se tratara de una danza predeterminada, los seres humanos
respondemos a un comportamiento predecible, más de lo que podríamos pensar a
priori, cuando se abre la puerta del elevador y nos vemos obligados a compartir
el espacio siempre limitado de la cabina. De modo instintivo ocupamos un
espacio y rotamos para hacer sitio. La ley del dado, como hemos explicado.
De modo que si somos dos, es normal ocupar las esquinas del habitáculo,
porque esta ubicación garantiza la mayor distancia posible. Rotaremos para
seguir la misma norma cuando son tres o cuatro los ocupantes, y así
sucesivamente. Visto con perspectiva, se trata precisamente de eso, de un baile
probablemente inconsciente, que nos incomoda a medida que crece el número de
ocupantes.
Mejor callados
A partir de ahí se impone otra pauta: el silencio. Puede hacerse largo,
aunque tampoco podemos obviar que el desplazamiento en ascensor es forzosamente
corto, unos segundos por lo general. Nuestra locuacidad general se ve
interrumpida en ese instante, incluso si vamos acompañados y estamos inmersos
en una divertida charla. La norma es hacer una pausa verbal durante el
trayecto.
Y dado que no podemos movernos y hemos renunciado a la conversación, ¿qué
hacemos? Las alternativas no son demasiadas y las respuestas ante este
panorama no dejan de resultar cómicas. Se nos ocurren tres alternativas:
miramos al suelo; contemplamos las señales luminosas que nos indican en qué
planta nos encontramos y, !oh, novedad!, miramos el teléfono móvil sin objetivo
concreto.
La torpeza como pauta
Por norma, dentro de un ascensor nos movemos con torpeza. Así lo señala la
profesora Babette Renneberg, psicóloga de la Universidad Libre de Berlín. “Por
lo general, cuando nos encontramos con otras personas, mantenemos una distancia
de aproximadamente un brazo entre nosotros. Y eso no es posible en la mayoría
de los ascensores, por lo que es un entorno muy inusual”, explica la experta
alemana.
Y esto ocurre porque en un espacio tan pequeño y cerrado se vuelve vital
actuar de una manera que no pueda interpretarse como amenazadora, extraña o de
ninguna manera ambigua. La forma más fácil de hacerlo es evitar el contacto
visual y, por supuesto, eludir las conversaciones innecesarias. Todo esto nos
lleva, pues, a la misma conducta: contención y mal disimulada incomodidad.
Fiabilidad máxima
En el subconsciente se esconde una hipótesis tan improbable como temida: la
posibilidad de que una avería nos mantenga encerrados durante un buen rato,
bien solos (malo) o acompañados, lo que puede ser peor o un alivio en función
de quien se encuentre a nuestro lado. Y todo ello, aun siendo conscientes de
que se trata de una hipótesis casi imposible dada la fiabilidad de los
ascensores.
Porque la estadística no engaña: el ascensor es uno de los instrumentos
mecánicos más fiables que existen y la siniestralidad en los mismos está
por debajo de lo ínfimo en términos estadísticos. Más de cien mil millones de
trayectos y arriba y abajo cada día sin incidencia alguna. Desde luego mucho
más seguro que las escaleras mecánicas y, claro está, también que caminar por
las calles.
Esto puede tener que ver con otra reacción instintiva que nos invade al
subir un ascensor: no somos dueños de nuestro espacio. Eso es algo que nos
ampara: sentirnos propietarios del lugar que pisamos, sea nuestra casa, el
lugar de trabajo e incluso la vía pública, en la que, por lo general, hay sitio
para todos los paseantes. Pero el ascensor nos corta la retirada, o sea, nos
quita poder.
Algunas recomendaciones
Sea como fuere, las reglas a la hora de subir a un ascensor tampoco están
definitivamente claras para muchas personas. ¿Se supone que debes sostener la
puerta? ¿Deberías hablar con otros pasajeros o, por el contrario no establecer
contacto visual alguno? Para muchos, entrar en la cabina del elevador puede ser
una situación estresante, debido a la claustrofobia, el miedo a las alturas y
la ansiedad social.
Vamos a explicar algunas pautas elementales sobre cómo comportarse en esa
circunstancia. Son reglas muy elementales asociadas, por encima de todo, a la
educación y el sentido común.
Esperar lejos de la puerta, a la derecha
Es recomendable pararse a la derecha mientras se espera la apertura de las
puertas del ascensor. Mientras se espera, es mejor mantenerse alejado de las
puertas. Alguien puede estar saliendo en este piso, y, como se suele decir en
lenguaje coloquial; “antes de entrar, dejen salir”. S nos mantenemos ahí,
facilitaremos la salida de las personas que se apean del elevador en la misma
planta. Esperemos a que todas las personas que pretenden abandonar la cabina lo
hagan antes de entrar. Esto nos puede parecer elemental, pero en la práctica no
lo es tanto.
Cuándo sostener la puerta y cuándo no
La respuesta a esta pregunta, cuándo hay que mantener abierta la puerta y
cuándo no, tiene que ver con el número de personas que ocupen el habitáculo.
Como recomendación general, no aconsejamos sostener la puerta si está en un
ascensor lleno de personas, porque retrasará el trayecto en el empeño, bastante
complicado, por cierto, de meter a un ocupante más en un espacio de por sí ya
repleto. Por el contrario, si somos el único ocupante del elevador, es una
buena regla de educación facilitar el acceso de otros ocupantes.
En un ascensor lleno, mejor no
No tratemos de meternos de forma brusca en un ascensor completo.
Cuando las puertas del elevador se abren y vemos que está lleno, no
intentemos ser esa desagradable persona que se mete en el elevador cuando
simplemente no cabe. En esta tesitura, la resignación es nuestra aliada, así
que esperemos pacientemente el próximo. Es una regla de cortesía elemental
que, además, tampoco nos costará tanto tiempo.
El botón, sí cuando estamos cerca
¿Debemos pulsar nosotros los botones del ascensor a demanda de los demás
ocupantes? Sí, cuando por nuestra ubicación en la cabina somos los más cercanos
al dispositivo que activa el ascensor. Lo más correcto es esperar que cada
ocupante pulse el botón del piso al que se dirige, pero esto no siempre es
posible en función del número de ocupantes de la cabina y las dimensiones de la
misma. Siempre podemos hacer ese favor a nuestros acompañantes. Si no podemos
pulsar nosotros el botón, es correcto que otros lo hagan.
Mejor seguir hasta el fondo de la cabina
Una vez dentro del habitáculo, debemos ocupar el espacio libre siguiendo
una norma básica: seguir hasta el fondo cuando el ascensor está vacío, es
decir, movernos hasta la parte posterior de la cabina. Debemos quedarnos lo más
alejados de la puerta si sabemos que seremos la última persona en salir.
Si viajamos al piso superior del edificio, es mejor quedarse más lejos de las
puertas. De esta manera, evitaremos incomodar a los demás. Y, por la misma
razón, tendremos que evitar movernos demasiado dentro de la cabina.
Respetar la intimidad ajena
Somos animales sociales. Pero un ascensor puede resultar un espacio
invasivo, porque es pequeño y pone en riesgo nuestra intimidad. Quizá tengamos
la intención por establecer una charla con un desconocido que ocupa la misma
cabina que nosotros. Pero puede que la otra persona no tenga interés alguno,
cosa que percibiremos de inmediato. En ese caso, nunca hay que insistir.
Saldremos rápidamente
Cuando lleguemos a nuestro piso, salgamos rápidamente para que los que
esperan subir puedan hacerlo. Sin embargo, no empujemos nuestro camino o
golpeemos a la gente en el proceso. Si estamos en la parte de atrás,
tendremos que anunciar que nuestro piso es el siguiente a medida que se
aproxima.
Muy útil este artículo, ya que hay personas que no se saben comportar en un ascensor y actúan con mucha mala educación.
ResponderEliminarlamentablemente es a si en muchas ocasiones las personas no saben como comportarse en un elevador o ascensor
ResponderEliminarMuy buen articulo para aprender a comportarse en los asensores
ResponderEliminarclaro ese es el objetivo de este blog educarlo en tema
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